viernes, 15 de mayo de 2009

INTERINOS DIVINOS

No creo yo que a los profesores interinos haya que darles una plaza fija sino un espacio en los altares, tal y como están las cosas. Pero para esta iluminada Consejería de Educación el interino, por más que lleve tropecientos años ejerciendo la docencia divinamente, siempre será un profesor bajo sospecha hasta que no lo demuestre el aprobado en un examen de oposición. Esto es, que si lo aprueba –dentro de plaza– se considerará un profesor apto y, de no hacerlo, continuará siendo no apto, lo cual no le impide desempeñar las mismas labores que los que dicho examen han superado. Quiere decir que, aunque no sea estimado competente para la docencia a nivel oficial, sí lo es para dar clase en los oficiales centros educativos, donde, además, se les supone una mayor cualificación que a los fijos, dado que, por lo general, se les asignan aquellos grupos difíciles de campeonato con los que hay que desplegar las más sofisticadas estrategias pedagógicas, si es que se pretende salir indemne del aula. Aparte de que, cual hombre–o mujer– del Renacimiento, ha de conocer los vericuetos conceptuales de cualquier materia peregrina que tenga que impartir, pues se trata también de que se ocupe de esos incómodos sobrantes de horarios que no cuadran. El interino tendrá poco prestigio, pero sí muchas prestaciones y su deber es estar ahí para lo que haga falta. Y estar siempre a todas horas, pues otra gracia de la que disfruta este profesorado flotante es la del llamado ´horario de interino´ que supone primera hora de los lunes y última de los viernes y el cual se le otorga muchas veces sin consulta previa, más aún, si llega despistado y a última hora como suele ocurrir. En definitiva, trabaja más y cobra menos, pero, puesto que se le estima que va de prestado, ha de dar las gracias y todo por dejarle currar. Y acarrear cada dos años con la humillación de presentarse, pintando ya canas, a un examen de oposición donde se le cuestiona si se sabe ya, por ejemplo, el argumento del Lazarillo de Tormes, de lo cual no habría de dudar el tribunal más pintado a ciertas alturas. Pongo, me permitan, bastante en duda, que, tal y como está el ambiente en los institutos, sirva más el Lazarillo de Tormes que el manejo del machete, pero, aún en ese caso, cómo se supone que un mero examen haya de medir la sapiencia de un docente, cuando tanto depende de un estado puntual de presión histérica y, valga la justificada sospecha, de la capacidad de tener amigos en el lugar adecuado y el momento justo. Serio asunto porque lo que se propone –ha propuesto la Consejera de Educación– es primar la nota de dicho examen sobre la experiencia en la bolsa de trabajo. Una nota que, en muchas ocasiones, está sujeta a múltiples azares y arbitrariedades y que, en definitiva, mide dudosamente capacidad alguna. Díganme, si no, cómo es posible que en la prueba de aptitudes pedagógicas den al traste quienes llevan milenios en el oficio a favor de aquellos opositores que no han pisado un aula en la vida. Que no dudo que conozcan al dedillo las teorías utópicas de Piaget, Vigotsky y sus primos, pero ni idea de lo que es dar el callo cada día a pie de pizarra y sobrevivir en situaciones más tangibles y hostiles. La Consejería de Educación está en su derecho de dar preferencia a los profesionales más cualificados para cubrir vacantes y sustituciones –aunque ahora está por no cubrirlas– pero esa cualificación habría de medirse no tanto por la nota de un examen puntual, que es flor de un día, como por la valoración de méritos que suponen un trabajo de fondo y de años, tales como otras titulaciones universitarias, doctorados, publicaciones, cursos de idiomas y etcétera y de los que, en relación a la posición en la bolsa de trabajo, incomprensiblemente, se ha hecho hasta ahora caso omiso. Añadiendo, claro está, la experiencia que es un grado. O debería.Como siempre, sin embargo, no ha de llegar la sangre al río y los interinos continuarán con su puesto precario e inestable pero en la brecha, aunque, eso sí, soportando sobre su cabeza el eterno peso temblón de la espada de Damocles y el ambientillo de acojone que, por vía radio macuto, contribuyen a crear en torno a sí sus propios compañeros, orgullosamente fijos.Otra de las funciones del interino es la de soportar la batallita que aquel colega, instalado en su posición de superioridad, les narra con todo lujo de detalles, más aparatosos y palizas si la cosa fue a cátedra, de cómo y cuándo aprobó las oposiciones. Narración tan apasionante como las de las milis antiguas y que, para ciertos prepotentes de la tiza, a falta de mayor emoción o logro vital, se tiñe de megalómanos tintes de hazaña épica.A la vista de lo dicho, creo, sin duda, que hay que crear un sistema de acceso a la docencia pública menos feudal y acorde al modelo europeo, que ya es hora. Sin oposiciones, sean o no restringidas, y valorando lo que realmente vale y se demuestra día a día. Estabilidad para los interinos docentes, ya.
http://www.laopiniondemalaga.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009051500_5_258995__Opinion-Interinos-divinos

3 comentarios:

Refranero dijo...

Más claro,agua.Blanco y en botella...

Alfonso Vázquez dijo...

muy acertado el comentario. Me parece genial. Yo este año dando el 50% de mi tiempo la condenada música (siendo de francés). No tengo ni idea, y no me gusta, pero a alguien se le ocurrió que al ser de francés, debería saber música. Mientras yo me como 8 horas de música en 1º de la eso, se mantiene la optativa en bachillerato con tres alumnos.

El otro día me salta la trabajadora social "¿para qué vale la música? Yo nunca he dado y aquí estoy" Efictivamente le di la razón, y le añadi que yo tampoco había dado música nunca, y aquí estoy, dando una asignatura de la que los alumos saben más que yo

Para más inri el departamenteo de orientación quiere acis... que me hagan una aci de esas a mi, que no tengo ni idea.

Pero este es el concepto de calidad de enseñanaza de la consejera, y de aquellos que le siguen la bromita

Anónimo dijo...

Muy acertado el comentario.Los interinos valemos para todo menos para aprobar las oposiciones.